lunes, 20 de marzo de 2017

Novela | 1984 | George Orwell

Voy a dejar lo que a Alma y/o a mi llamaron la atención de este libro que leí hace rato por agosto/septiembre  y ella por noviembre/diciembre del año pasado y que tenía ganas de hacerlo desde hace rato antes, lo empecé en el pasto de la facultad de filosofía y letras antes de entrar a trabajar como asesor telefónico del *264 de Telcel, como evidencia el libro tiene caca de pájaro en las primeras paginas, y lo terminé en el autobús aldamense un sábado antes de ir al mismo jale.


Primera Parte

Quizá, después de todo, resultaran ciertos los rumores de extensas conspiraciones subterráneas; quizá existiera de verdad la Hermandad. Era imposible a pesar de los continuos arrestos y las constantes confesiones y ejecuciones, estar seguro de que la Hermandad no era sencillamente un mito. Algunos días lo creía Winston; otros no. No había pruebas, sólo destellos que podían significar algo o no significar nada: retazos de conversaciones oídas al pasar, algunas palabras garrapateadas en las paredes de los lavabos, y, alguna vez, al encontrarse dos desconocidos, ciertos movimientos de las manos que podían parecer señales de reconocimiento. Pero todo ello eran suposiciones que podían resultar totalmente falsas.

La gente desaparecía sencillamente.

La herencia humana no se continuaba porque uno se hiciera oír sino por el hecho de permanecer cuerdo. Era ya una nopersona. No existía: nunca había existido.

No hablaba el cerebro de aquél hombre, sino su laringe.

Si quisieran podrían destrozar el Partido mañana por la mañana.

¿Por qué no protestarían así por cada cosa de verdadera importancia?

"Hasta que no tengan conciencia de su fuerza no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serían conscientes. Éste es el problema".

Mientras continuaran trabajando y teniendo hijos, sus demás actividades carecían de importancia.

"los proles y los animales son libres"

Segunda Parte

...ella le cogió la mano y se la estrechó. No había durado aquello más de diez segundos y, sin embargo, parecía que sus manos habían estado unidas durante una eternidad.

Winston y Julia se abrazaron fascinados. Winston dejó de pensar y se limitó a sentir.

Allí había trabajado un año entero ayudando a la producción de libritos que se enviaban en paquetes sellados y que llevaban títulos como Historias deliciosas, o Una noche en un colegio de chicas, que compraban furtivamente los jóvenes proletarios, con lo cual se les daba la impresión de que adquirían una mercancia ilegal.

Quieren que estés a punto de estallar de energía todo el tiempo.

Sucia o limpia la habitación era un paraíso.

Pensó Winston que los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos.

Pero ninguna reforma ni revolución alguna han conseguido acercarse ni un milímetro a la igualdad humana.

...no era ya la igualdad humana un ideal por el que se convenía luchar, sino un peligro que había ser evitado.

A los proletarios se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno.

"la cordura no depende de las estadísticas"

Era curioso pensar que el cielo era el mismo para todo el mundo, lo mismo para los habitantes de Eurasia y de Asia Oriental, que para los de Oceanía. Y en realidad las gentes que vivían bajo ese mismo cielo eran muy parecidas en todas partes, centenares o millares de millones de personas como aquella, personas que ignoraban mutuamente sus existencias, separadas por muros de odio y mentiras, y sin embargo casi exactamente iguales; gentes que nunca habían aprendido a pensar,  pero que almacenaban en sus corazones, en sus vientres y en sus músculos la energía que en el futuro habría de cambiar al mundo. ¡Si había alguna esperanza, radicaba en los proles!

Nosotros somos los muertos.

Sólo le importaba una cosa: estarse inmóvil y no darles motivo para que lo golpearan.

Tercera Parte

Al final se había convertido en un muñeco: una boca que afirmaba lo que le pedían y una mano que firmaba todo lo que le ponían delante.

Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo.

Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú.

Quizá no deseara uno tanto ser amado como ser comprendido.

Cuando por fin te rindas de nosotros, tendrá que impulsarte a ello tu libre voluntad.

Nunca podrás experimentar de nuevo un sentimiento humano. Todo habrá muerto en tu interior. Nunca más serás capaz de amar, de amistad, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentir curiosidad por algo, de tener valor, de ser un hombre íntegro. Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de... nosotros.

-Yo creo que existo. -dijo con cansancio-. Tengo plena consiencia de mi propia identidad. He nacido y he de morir. Tengo brazos y piernas. Ocupo un lugar concreto en el espacio,

Mientras vivas, será eso para ti un enigma.

Cuando pensabas en el porqué es cuando dudabas de tu propia cordura.

Los proletarios no se sublevarán ni dentro de mil años ni de mil millones de años.

Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor e reconocer sus propios motivos.

El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura.

¿No comprendes, Winston, que el individuo es sólo una célula? El cansancio de la célula supone el vigor del organismo. ¿Acaso te mueres al cortarte las uñas?

La realidad está dentro del cráneo

solipsismo
  1. nombre masculino
    Doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia.
.
En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo. Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución, Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... incesantemente.


Los hombres son infinitamente maleables. O quizá hayas vuelto a tu antigua idea de que los proletarios o lo esclavos se levantarán contra nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea. Están indefensos, como animales. La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes.

-¿Acaso crees en dios, Winston?
-No.
-Entonces, ¿qué principio es ese que ha de vencernos?
-No sé. El espíritu del Hombre.
-¿Y te consideras tú un hombre?
-Sí.
-Si tú eres un hombre, Winston, es que eres el último.
(Orwell afirmó que se le había ocurrido la idea de escribir la novela en 1943, y que aún dudaba entre titularla The Last Man in Europe (El último hombre de Europa) o Nineteen Eighty-Four (Mil novecientos ochenta y cuatro))
"No ocurre en realidad. Lo imaginamos. Es una alucinación".

Todo ocurre en la mente y sólo lo que allí sucede tiene una realidad.

Era tan precisa la estupidez como la inteligencia y tan difícil de conseguir.

La mejor manera de ocultar un secreto es ante todo ocultárselo a uno mismo.

Morir odiándolos, ésa era la libertad.

No basta que le obedezcas; tienes que amarlo.

Es sólo un instinto que no puede ser desobedecido.




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